De todas las leyes inexorables que se apellidan destino, hay una con la que me llevo bastante mal: “lo prematuramente dado por perdido, sorprende siempre, resurge de la nada”. Me ha costado entender, a pesar de lo obvio que resulta, que los vacíos cubren mal.
El problema no es el extravío: andar perdida es lo mío desde hace algún tiempo. Tampoco me tomó demasiado dejar de echar de menos eso que (ahora lo sé) estaba de más. El conflicto viene en desconcierto, la sorpresa rebasa por la izquierda: hay un vértice, se cruzan los caminos y me deja sin compás.
Un descubrimiento: el alma se fisura.
Da miedo el deshielo...
Fotografía: Tania Campos Thomas
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